El final de la vida del Sol va a ser digno de verse. No va a explotar como una supernova, eso le ocurre sólo a las poquísimas estrellas más pesadas. Tampoco se va a ir apagando lentamente, como hacen las abundantes enanas rojas. Las estrellas como el Sol, cuando se les acaba el hidrógeno que usan como combustible nuclear para mantenerse infladas, comprimen sus núcleos para quemar un poco de helio, pero ahí paran. Lo que queda es una enana blanca, de carbono y oxígeno, y a su alrededor las capas exteriores, expandiéndose lentamente, brillando intensamente con la radiación de la enana. Es una etapa breve y transitoria, llamada nebulosa planetaria, y las vemos a nuestro alrededor:
Esta es la nebulosa de la Hélice, y la estrellita del centro es la enana blanca WD 2226-210, el núcleo remanente de la estrella, brillando a 100 mil grados aunque ya no sostiene reacciones nucleares.
¿Qué pasará con la Tierra y los demás planetas? Antes de convertirse en enana blanca, el Sol pasará por una etapa de estrella gigante. Seguramente englobará a Mercurio y a Venus, que serán destruídos. La Tierra quizás sobreviva, así como todos los planetas exteriores. Alrededor de la enana blanca de la Hélice hay un planeta tipo Neptuno. Y además, desde hace décadas, se sabe que la estrella emite una cantidad inusual de rayos X, que se ven en esta foto hecha por el telescopio espacial Chandra:
El puntito del centro es la enana blanca. La radiación observada es compatible con un proceso llamado acreción, que es como la inversa de un viento estelar: materia cayendo sobre la estrella. La acreción es capaz de liberar enormes cantidades de energía, simplemente por convertir energía potencial gravitatoria en calor. En este caso, la acreción necesaria es bastante grande (más o menos 10 mil veces mayor que el viento solar). En general, este material lo suministra una estrella compañera, como en los sistemas que acaban produciendo una supernova de tipo Ia (uno-a). En este caso no hay ninguna estrella compañera distinguible. De todos modos, los autores consideraron la posibilidad de que hubiese una enana roja tenue, o una "estrella fallida" (llamadas enanas marrones), pero los datos observados se explican mejor si el material lo aporta un planeta tipo Júpiter, en el proceso de ser destrozado por la proximidad a la estrella.
¿Será este el destino de la Tierra? Aunque nuestro planeta sobreviva a la gigante roja, la expansión de la nebulosa planetaria seguramente modificará las órbitas de los planetas sobrevivientes. Habrá un caos en el orden kepleriano que disfrutamos hoy en día. Las órbitas de los planetas se estirarán, se harán alargadas como la del cometa Halley, y podrán acercarse mucho a la enana blanca central. En tal caso, serán destrozados, y su materia acabará espiralando hacia la enana blanca, donde podrán producir radiación X como la que vemos en la Hélice.
Nadie debería preocuparse por esto, me apuro a agregar. Es algo que ocurrirá tantos miles de millones de años en el futuro, que más bien ocupémonos de no arruinar lo que queda de nuestro ecosistema a lo largo del próximo siglo.
El paper es mayormente mexicano: Estrada-Dorado et al., Accretion onto WD 2226 −210, the central star of the Helix Nebula, MNRAS 536:2477–2484 (2025).